Me llamo X, trabajo como camarero
a tiempo completo en una cafetería del centro de mi ciudad. Aunque sea un
trabajo bastante esclavo y cansado, a veces hasta desagradable dependiendo de a
clase de gente te toque servir, soy feliz. Siempre he sido feliz, pero dentro
de mi, había algo que me impedía serlo completamente hasta hace cinco años. El
problema tenía que ver con mi padre, y hasta esa fecha no lo solucionamos, yo
no lo entendía a él, ni su forma de actuar, y él tampoco entendía el por que de
mi enfado.
Si se preguntan, por que
precisamente ahora cuento esto, es muy sencillo de entender, mi padre falleció
ayer. Necesito y quiero escribirlo para poder desahogarme, no voy a pagar un
psicólogo, por que no tengo el dinero necesario, he donado todo el dinero de la
herencia a un hospital oncológico, así que este es el mejor método que se
ocurrió ayer por la noche mientras cenábamos, lo que quedaba de la familia, en
la casa de mi padre tras el funeral.
Tengo dos hijas con mi mujer, a
la que conocí con veintiún años, yo ya estaba detrás de la barra trabajando,
soy muy duro de entendederas como para estudiar y el trabajo de camarero la
verdad es que se da francamente bien, no es por ser presumido pero me lo han
comentado cientos de veces. Lo recuerdo perfectamente ella se acerco, a la
barra con un precioso vestido rojo en un día primaveral, a juego con los más
maravillosos labios que uno pueda imaginar. Ella que no bebe absolutamente nada
de alcohol, me pidió un ginger ale, a lo
cual tarde en reaccionar, no se cuanto, por dos razones, primero jamás nadie me
había pedido esa bebida, es un refresco con burbujas de jengibre, y la segunda
fue que me enamore completamente de ella, me quede embobado, con la boca
abierta. Naturalmente nosotros en la cafetería no teníamos esa bebida pero me
disculpe un segundo y como un rayo me acerque a un Pub Irlandés en la esquina
para saber si tenían aquella extraña bebida, la cual compre. Un botellín de
veinticinco centilitros, jamás olvidare el olor del jengibre, y su cara de
sorpresa cuando me vio llegar sofocado entrando por la puerta trasera. Me dijo
que había sido muy amable y que no tenía por que haberme esforzado tanto. Desde
ese momento mi corazón es suyo. Y jamás me ha decepcionado, ha sido una
excelente amiga, novia, esposa, madre…
Ahora entiendo por el calvario
que debieron pasar mis padres, cuando su matrimonio empezó a hacer aguas, un
barco que irremediablemente va hacía el abismo, y del cual todo el mundo se
desentendió, sobre todo su tripulación la cual hasta que el naufragio no fue
visible no se dieron cuenta o no quisieron darse cuenta.
Mi padre conoció a mi madre
cuando él y su familia se mudaron al pueblo en que hemos residido de entonces.
Se conocieron en el colegio, y desde el principio fueron muy afines, mi madre
sentía autentica devoción por mi padre, que actuaba como el James Dean del
pueblo, no es que lo haya visto, de echo no consigo imaginármelo, pero todo el
mundo me lo ha dicho, incluso el director de su escuela que años después fue el
mío, para mi madre mi padre era un sueño hecho realidad su autentico rebelde
sin causa en carne y hueso. Fueron años muy felices para ellos, cosa en la que
han coincidido los dos al contarlo, pero en aquella época la información sobre
sexualidad era un tema tabú y brillaba por su ausencia, y mi madre se quedo
embarazada con diecisiete años de mi hermano mayor.
Mi padre al igual que yo no era
un as en los estudios, las dos familias hablaron, estaba claro que debían
casarse, de eso no cabía ninguna duda, pero en la familia de mi padre eran
reacios que se pusiese a trabajar, mi abuelo era un acérrimo defensor de la
escuela pública y del derecho a la educación gratuita para toda la población y
veía como un fracaso que su único hijo varón no terminase los estudios. Al
final la opinión de la familia de mi madre predomino y mi padre tuvo que dejar
los estudios.
El padre de mi madre, es decir mi
abuelo materno era el enterrador del pueblo y recientemente el puesto de su
ayudante había quedado vacante. Automáticamente ese puesto paso a mi padre, que
vio como todos sus planes de futuro eran lo primero que debía enterrar.
Mi padre siempre fue, y ha sido
un soñador hasta el día de su muerte, y el trabajo le empezó a hacer mella
desde el principio, como todo el mundo se puede imaginar ser enterrador no es
precisamente el trabajo más alegre del mundo, también se puede decir que de
trabajo tampoco iba a estar corto nunca. Mi padre lo acepto, como lo puede
aceptar cualquier chaval de dieciocho años, a regañadientes. No por que no
quisiese trabajar sino por que para el la tristeza con la que convivía en el
trabajo se le contagiaba en el resto de ámbitos de su vida.
Empezó a hablar cada vez menos,
mi madre me contó que mi padre era un prodigio de la palabra, alguien que
siempre tenia algo que contar, que responder, que intercambiar,… poco a poco
empezó a encerrarse en si mismo, sin que mi madre, preocupada por el día y
noche nada pudiese hacer. Mi madre tenia un sentimiento de culpa muy grande, se
echaba la culpa del embarazo, aunque no fuese así desde luego. Y mi padre
también con sus silencios daba por buena siempre esa explicación, él sabia que
no era cierto, que no era culpa de mi madre pero supongo que era su forma de
descargarse de todas las pesadas tristezas que veía día tras día en el
cementerio.
De pequeño jamás vi sonreír a mi
padre, nunca jugué con el, siempre le recuerdo llegar a casa e inmediatamente
sentarse en el sofá a tomarse una copa viendo la televisión, sin prestar
atención a todo lo que le sucedía en el día a día a su familia, era un mueble
más, con la única diferencia que era quien hacia entrar el dinero en casa. Así
como debería decir que jamás le vi discutir con mi madre ni tampoco llevarla la
contraria en cualquier cosa que ella creería que fuese bueno, para mí y mi
hermano o para la casa. Estaba embriagado por la tristeza más absoluta que
nadie pueda imaginar.
Algo que jamás no nos contó fue
que asiduamente y dos veces por semana jugaba a la lotería.
Cuando yo tenía diecisiete años
llegaba a casa de una fiesta del colegio sobre las tres de la madrugada, cuando
abrí la puerta, dentro había una maleta bastante grande con una nota pegada,
que decía lo siguiente:
Querida familia me ha tocado un
premio bastante importante, os dejo la mayor
parte del premio para que podáis vivir desahogadamente, yo marcho a otra
parte, necesito satisfacer necesidades que deje apartadas y olvidadas para
dedicarme a la familia.
No había ninguna explicación más,
¿se iba para no volver?, ¿volvería a los tres meses?, ¿un año? Dejo una familia
hundida, deprimida,…
Dejo dinero sí, pero acaso
alguien cree que eso tapaba algún agujero, que dejaba en nosotros mi padre.
Para nosotros los hijos fue un infierno, pero para mi madre, fue el fin, se
pasaba en la cama el día llorando, y sacando fuerzas únicamente para lo imprescindible,
la persona a la que había dedicado toda su vida, la única que había amado, la
abandonaba con una nota de tres líneas, una madrugada, escapándose como si
fuese un ladrón. ¿Eso era todo lo que se le ocurría después de veintitantos
años juntos?
Al de un año mi madre enfermo de
cáncer de mama, justo antes de que le fuese diagnosticado el cáncer, llego una
carta, era de mi padre. La carta la recogí yo, y aunque iba dirigida a mi
madre, al ver que el remitente era mi padre, la abrí, en ella mi padre, pedía
perdón a mi madre, le daba un montón de explicaciones, le pedía perdón por todo
y permiso para poder volver a casa. Evidentemente yo seguía enfadadísimo con mi
padre, y no le di esa carta a mi madre. Me la guarde.
El cáncer fue muy agresivo con mi
madre y pese a que teníamos dinero para ir a los mejores hospitales
oncológicos, no lo supero. Supongo que la falta de ilusión con seguir adelante
con su vida tenía que ver con mi padre. Justo un día antes de que mi madre falleciera,
localice a mi padre a petición de ella para que lo supiese. En la dirección de
remite de la carta de un año antes, me dieron un número de teléfono en el que
conseguí localizar a mi padre. Inmediatamente se desplazo hasta nuestra ciudad.
Yo no quería hablar con él, ni si
quiera verle, pero insistió muchísimo, me preguntó de por que no le habíamos
avisado de que estaba enferma para poder venir a despedirse, y entonces yo le
explique, como la carta que él había mandado a mi madre hacía algo más de un
año, no se la había enseñado a ella, hasta que estaba en su última semana y que
entonces ella se alegro muchísimo, que fue la primera vez en años que la veía
recuperar la sonrisa, y que a pesar de que le explique que la había escondido,
no se enfado, que me entendió perfectamente, que me pidió su último deseo a
pesar de que conocía mis reticencias, me pidió que buscase a mi padre, a él, lamentablemente
no conseguí que fuese a tiempo ya que ella falleció antes. Cuando mi padre
escucho mis explicaciones explotó, se enfado muchísimo pero después de unos
días así se hundió.
Me explico todo lo que le había
sucedido para tomar una decisión tan drástica como abandonarnos, y a pesar que
para mí no fueron suficientes, le perdone. Le perdone por mi madre, por que se
que ella me lo habría pedido. Después de eso siempre hemos tenido una relación
ciertamente extraña, como es natural para mi ha sido muy duro, auque lo que me
hizo llevarlo mejor fue que mi padre se fue abriendo poco a poco, explicándome
el error que cometió como jamás consiguió olvidar a mi madre, y lo mucho que la
admiraba por como había llevado todo. Nunca le vi con ninguna otra mujer, no
quería, ahora que disponía del tiempo y el dinero necesario para hacer lo que
más le gustaba, y es cuando más tiempo paso en el cementerio junto a la tumba
de mi madre, todas las mañanas llevando flores, y todas las tardes leyéndola
libros. Ahora ya están juntos.
Un saludo.
Eka.